He de reconocer que la imagen de Cecilia la restauradora me ha conmovido, y su dibujo me parece la caricatura de ciertos políticos, sí, de aquellos que en muchas ocasiones se encargan de un problema dejándolo todavía peor. Sólo hay que ver las turbulencias de las bolsas europeas y la subida de la prima de riesgo que se ha producido esta semana en el momento en el que los políticos de la comisión europea han vuelto de vacaciones tras unas semanas tranquilas en los mercados.
Existen ejemplos igual de ridículos que la figura del Ecce Homo, la hemeroteca del anterior gobierno es rica en despropósitos ridículos y casi cómicos, como pueden ser el ministerio de Igualdad, el Plan E con carteles que costaban en ocasiones más que la propia obra, la puesta en marcha del limite de velocidad a 110 o el regalo de las bombillas de Miguel Sebastián; todas ellas medidas que bien se podrían haber ahorrado.
Esta faceta, extrapolable a una gran cantidad de políticos, es especialmente frecuente en los socialdemócratas, y se debe a la necesidad de parecer que están constantemente haciendo cosas con el fin de dominar y controlar el pulso político y mediático diario, con la ventaja de que cualquier aspecto positivo que ocurra alrededor de un problema podrá ser enarbolado por estos políticos para incluirlos en su discurso.
Una de las críticas más injustas que se le hacen a los políticos es la de que no trabajan o lo hacen poco, siendo esto del todo erróneo, ya que generalmente lo hacen, de hecho ese es en muchos casos el auténtico problema; por poner un ejemplo, estoy seguro de que el concejal de cooperación al desarrollo de Fuenlabrada trabaja mucho, pero el verdadero problema es que este cargo exista y lo costeen los ciudadanos: los políticos, al igual que cualquier burócrata, si no tienen trabajo, se lo inventan ,creando un leviatán cada vez más grande.
Existe otra relación curiosa entre nuestra amiga Cecilia y los políticos socialdemócratas, y es la forma en que se la juzgan por sus intenciones y no por sus hechos. Yo no dudo que las intenciones de los políticos, al igual que la de la restauradora, son siempre buenas, estoy convencido que cuando Zapatero lanzó el Plan E pensaba que iba a dinamizar la economía –a parte de dar réditos políticos, claro- pero el resultado fue totalmente el contrario, por eso resulta inaceptable la estrategia dialéctica de “lo hicimos con la mejor de las intenciones.”
Este modo de hacer política, basando su estrategia en resaltar sus intenciones, e incluso manejar con soltura aspectos como los sentimientos o las emociones es ahora mismo predominante: nació en los pensadores demócratas norteamericanos, utilizado magistralmente por Clinton o Toni Blair y con el anterior gobierno como el exponente grotesco y llevado al paroxismo. Basta echar la mirada atrás para ver la cantidad de discursos que comenzaban con frases como “estamos trabajando por”,” no descansaremos hasta”, o “dedicamos nuestros esfuerzos para” aunque siempre el fruto de esas políticas sea siempre el contrario.
No cabe duda que comenzar un discurso político hablando de intenciones resulta tremendamente eficaz electoralmente hablando, aunque muy dañino para la sociedad, la razón es que en muchas ocasiones las medidas tienen un efecto positivo muy visible y una segunda derivada mucho más negativa pero más difícil de identificar con esta, por lo que la eficacia de la medida resulta errónea.
Por todo esto apoyo que la restauración del Ecce Homo se quede como está y sirva como una alegoría grotesca de las miserias de nuestra política
Pablo Muñoz Miranzo
Twitter: @pablommiranzo
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