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Divide et impera

Por Redacción
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domingo 12 de mayo de 2013, 23:40h

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La manifestación del pasado jueves, en contra de la LOMCE y otros disparates disfrazados de progreso, me ayudó a entender mejor el órdago a la grande de la señora Cospedal cuando, dirigiéndose a los movimientos sociales, les espetó: “si quieren representar a la sociedad deberían entrar en el juego de la representación”. Permítanme compartir mi experiencia.

Acudí solo a la manifestación, como tengo por costumbre. Allí encontré amigos, compañeros y, como no, estudiantes. Al llegar a la Plaza de España, estando con ellos, tuve la suerte de presenciar un interesante debate. El motivo era la coincidencia del día del Campus de la UCLM con la convocatoria de la huelga. Mientras unos defendían la libertad de elección y la existencia de diversos mecanismos de protesta que van más allá de las manidas manifestaciones, otros señalaban que la convocatoria universitaria influyó negativamente en la asistencia a los actos de protesta oficialmente organizados. Aprovecho para agradecerles que me dejaran escuchar sus argumentos sin decir ni una palabra; estuve mudo, expectante, disfrutando al comprobar cómo los estudiantes defienden sus creencias e ideales con pasión y sinceridad. Pese al placer que experimenté, reconozco que me quedó una triste y amarga sensación que podría resumir en una sola palabra: distanciamiento.

 

Todos estábamos allí por el mismo motivo, todos creemos que los cambios que se están dando no son adecuados, y todos abogaríamos por un futuro mejor… pero, desgraciadamente, no todos iríamos juntos por el mismo camino. Yo soy de los que opinan que en la variedad está el gusto, que en el disenso encontramos la verdadera simiente del progreso humano, pero hay que aceptar que, en determinados momentos, deberíamos aunar esfuerzos y caminar al son de la misma melodía. Danzar al compás, respetando nuestras diferencias, incluso aunque pensemos que nos ha tocado bailar con la más fea. Es triste comprobar lo fácilmente que se agrupa la facción conservadora, y lo dispersa y fragmentada que se encuentra la corriente progresista. Nada nuevo bajo el sol. Evitaré sacar los fantasmas del pasado de la buhardilla; no quiero herir sensibilidades esta quincena, pero a muchos les vendrá a la cabeza el nombre de la malograda coalición “Frente Popular”.

Divide et impera. No es de extrañar que la secretaria general del PP inste a los movimientos a presentarse. Quizá le faltó recomendarles que cuantos más partidos presenten, mejor que mejor. Divide y vencerás, es sencillo de entender, pero extremadamente complejo de evitar. Lo que pasó en la manifestación, a pequeña escala, tiene sus repercusiones desde una perspectiva general. ¿Cómo, si no, entender el dicotómico sentir que despiertan personalidades como Ada Colau o Beatriz Talegón? ¿Qué pasaría si ambas, junto con otros mediáticos nombres, acabaran presentándose a las elecciones?

Sobre todo cuando el juego democrático permite la participación minoritaria, pero no la trata de manera justa al favorecer sin pudor a los grandes partidos. Como sabemos, las reglas permiten, entre otros sinsentidos, que el número de votos no tenga por qué ser directamente proporcional a la representación otorgada. De esta forma, los partidos minoritarios con un electorado disperso, geográficamente hablando, tienen todas las de perder. Para ellos es más “caro” (en cuanto a número de votos) obtener un escaño. La división nos dispersa, y la dispersión nos hace débiles. Es muy fácil ganar cuando la baraja está marcada y, además, reparte las cartas quien la trucó, ¿por qué iban a cambiarla? Jugada maestra. Órdago a la grande, y llevan cuatro reyes… por no seguir con el argot del buen jugador de Mus y terminar molestando a los monárquicos más susceptibles.

Pero siempre hay lugar para la sorpresa. El ser humano lo ha demostrado a lo largo de su historia. De hecho, Beppe Grillo es un claro ejemplo. Siempre puede ganarse cualquier órdago siendo mano. ¡Qué cara se le quedaría al ufano tahúr si tal cosa ocurriera! No es sencillo, sin duda, pero es posible. La política española no sólo requiere un héroe que la rescate, también necesita que sea respaldado por la mayoría.

Tal y como están las cosas, va siendo hora de pensar en la unión. En caso contrario, sería oportuno ir eligiendo a un cómico para que nos represente. Lástima que Miliki nos abandonara; ganaríamos con el cambio por goleada. De no ser así, seremos muchos y la corriente conservadora perderá votos, pero ganarán la partida de nuevo y, como el gran Juan Tamaríz, se reirán en nuestra cara de pazguatos mientras tocan un imaginario violín, tan irreal como nuestros sueños rotos.

 

José Luis González Geraldo
Facebook.com/joseluis.ggeraldo

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