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El doble filo de la mayoría silenciosa

Por Redacción
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localcuencanewses/5/5/16
domingo 13 de octubre de 2013, 23:54h

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Como era previsible, la LOMCE está pasando, con mucha pena y poca gloria, los trámites necesarios para su implantación definitiva. Sin embargo, antes de que fuera aprobada recientemente en el Congreso, quise ver en las manifestaciones de Baleares una pequeña victoria de la razón sobre la imposición, del convencer frente al vencer. No era sólo una protesta por el polémico Tratamiento Integrado de Lenguas (TIL), también era el último coletazo del pez que, consciente de su inminente final, reserva fuerzas para un último gesto que le permita morir en paz sabiendo que hizo todo lo que estaba en sus manos para evitarlo.

 

Así, la “marea verde” se convirtió en tsunami, dejando registros históricos de participación. Según sus organizadores, fue la mayor manifestación de la democracia en Baleares, casi nada. Pero el chiste estaba todavía por llegar. Ante la clara evidencia, el PP, ajeno a toda realidad, sacó el comodín “nixoniano” de la mayoría silenciosa para ni siquiera dejarnos disfrutar de una migaja de triunfo y engañarse, engañándonos, con el confuso truco del: “Si no estás contra mí, estás conmigo”. ¿Cómo saber cuántos de esos votantes “silenciosos”, que en su día tuvieron, son hoy parte de la marea que grita? ¿Quién conforma realmente esa mayoría silenciosa? ¿Cuáles son sus características? ¿Es posible, o ético, apropiarse ideológicamente de un conjunto abstracto de individuos que, por definición, no pueden romper su silencio para confirmar o desmentir?

En estos pensamientos me hallaba hace unos días cuando, de pronto, como caída del cielo, llegó una noticia que hablaba de los resultados del denominado informe PISA para adultos (PIAAC). Sin entrar en detalle, y dejando constancia de mis reparos hacia la OCDE en cuanto a la “E” se refiere, dicho informe sacaba a la luz el deplorable estado cultural de los españoles con edades comprendidas entre los 16 y los 65 años. Casualmente, salvando las evidentes excepciones por cuestiones de edad, una gran parte de los que tienen el gusto de acudir a votar, si les place.

¡Retruécanos y malabarismos proposicionales!, ¿sería demasiado malvado pensar que la mayoría de los votantes españoles son unos zoquetes, mientras que sólo aquellos que presentan la marca de Caín en sus vidas tienen la fuerza de voluntad suficiente como para salir a la calle y defender un mundo más justo y bello? Con otras palabras: ¿es posible que a alguien le interese que la mayoría no sólo sea silenciosa, sino también inculta?, ¿no podría ser el silencio, en tiempos de injusticia, un claro fruto de la estulticia?

Estas y otras respuestas explotaban como fuegos artificiales en mi humilde pero incansable cerebro cuando, como colofón, leí la crónica de la manifestación del pasado día 12, en Barcelona, en defensa de la unidad de España. Ignorando el desproporcionado baile de cifras sobre participación (30.000 frente a 160.000), sonreí sardónicamente al llegar a las palabras de Alicia Sánchez-Camacho: “La mayoría silenciosa ha roto su silencio”. Pues bien, siguiendo con el razonamiento que venimos realizando, alguien podría pensar que los simpatizantes del PP, silenciosos en su mayoría y mayormente silenciosos menos cuando salen a la calle, también deben tener cierta representación dentro de ese grupo de paletos españoles que señala el informe PIAAC… ¿me siguen? Pero, basta; no quiero faltar gratuitamente a nadie. Yo soy el primero que recoge los fallos de este sesgado silogismo, pues la mayoría de un grupo no ha de ser necesariamente la mayoría de otro distinto, bajo otras circunstancias y en condiciones diferentes. ¡Tate!, el mismo razonamiento que en su momento podían haber hecho a la hora de interpretar la masiva manifestación de Baleares y que, casualidades de la vida, nadie quiso poner sobre la mesa entonces. ¿Sacamos de nuevo la vara y medimos otra vez?

Chanzas aparte, la mayoría que el PP consiguió en las urnas contrasta duramente con la soledad de Wert durante la aprobación de la LOMCE. Es un hecho, la ley nace muerta, transformando en pírrica su victoria, y no la conseguida en Baleares. La “mayoría silenciosa” no es un argumento válido por dos motivos. Por un lado, los informes y sondeos indican que ya no existe tal cosa, como quieren hacernos creer, pues la confianza que se les otorgó no era incondicional y estaba adscrita a un programa claramente traicionado. Por otro lado, como señala Mayor Zaragoza, el silencio ya no es una opción válida. Ante una mayoría fantasmagórica, delito de silencio.

Bajo estas premisas, que no nos extrañe que Europa, y el mundo entero, nos mire con desdén y condescendencia mientras nosotros nos entretenemos puerilmente en discutir quiénes somos y dónde estamos. Es entonces cuando comprendo y comparto el sentimiento que transmite la enigmática mirada del lobo estepario de Hesse, al llegar a nuestro corazón para sembrar allí una peligrosa duda: “Mira, estos monos somos nosotros”.

 

José Luis González Geraldo

Facebook.com/joseluis.ggeraldo

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