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El Papa y el poder de las palabras

Por Redacción
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localcuencanewses/5/5/16
viernes 09 de agosto de 2013, 00:09h

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La visita del papa Francisco hasta Brasil ha conseguido, por lo menos en la prensa y las redes sociales, muy buenos efectos en lo que respecta a la imagen que la gente tiene de la Iglesia católica, en los últimos años señalada simplemente como el reino de los sacerdotes pederastas.

El retiro del teólogo Ratzinger, en las antípodas del actual Papa, ha sido aprovechado para poner al frente de la institución a un líder capaz de salir al paso de los reclamos más recurrentes de los medios de comunicación y de la izquierda indefinida actual, mismos que pueden resumirse en la exigencia de que se apoye el llamado matrimonio homosexual, así como cualquier tipo de anticonceptivo. Se le pide a la Iglesia que se modernice, es decir, que deje de ser dogmática, normativa y, como se dice con más frecuencia de lo que los medievalistas quisieran, que salga de la Edad Media.

 

Pocas instituciones despiertan tanta pasión como la Iglesia católica, en un mundo donde, por el contrario, otras creencias, como el islam, son toleradas y comprendidas. Por ejemplo, si en una república islámica se exige a las mujeres que se cubran con un burka se dirá que lo que pasa es que las autoridades de ese país no han entendido el Corán, donde se proclama el amor sin trabas para toda la Humanidad. ¿Y los católicos que quieren? Abusar de los niños, desde luego. El budismo, se sabe de sobra, es una de las religiones con mejor prensa en el mundo.

En semejante contexto, el papado del argentino Francisco obedece a un plan de reconquista, digamos, para recuperar el terreno perdido después de los escándalos que hemos citado, así como muchos otros.

Ahora el reto es cómo convertir una institución regida por normas que despiertan animadversión en otra cosa, todo ello sin atropellar la teología. Hay que decirlo pronto: por medio de la mentira política. De otra forma no se explican declaraciones como la siguiente: «Dios perdona a todos, no solo a los cristianos, sino también a los ateos» («15 frases que marcan el pontificado del papa Francisco», elEconomista.es, edición del 30 de julio de 2013).

Es decir, suponemos que el Papa tiene un objetivo: no rebelarse contra la curia conservadora, como se cree, sino atenuar el discurso de la Iglesia que dirige para tratar de reconciliarse con los llamados progresistas. Y si para eso los tiene que seducir con una retórica que resulte de su agrado, al mejor estilo de Maquiavelo, parece que está dispuesto. ¿Y saben que es lo más curioso? Que la gente se lo cree: «Este papa va a conseguir que deje de ser ateo», decía alguien en las redes sociales hace unos días.

Ya hemos dicho que reglas hay en todas partes. No conozco a nadie, insisto, que defienda que en los campos de futbol, por ejemplo, haya apertura para quienes desean tocar el balón con la mano. Al contrario, la violación de esa regla es vista como una aberración y cuando se comete en el área está muy penada. Hay partidos que terminan en empate a cero, ¿saben cómo se acabaría con eso? Quiten la regla del fuera de lugar y habrá tantos goles que perderán la cuenta.

Hay un nuevo discurso en la Iglesia, pero eso no significa que las cosas vayan a cambiar. Si la iglesia se renueva y permite cambios indiscriminados simplemente deja de ser iglesia. Así, la idea es ablandar las palabras, decir que lo que antes se censuraba ahora es correcto. Con ello se busca la sobrevivencia. Y si los creyentes se atienen a la infalibilidad del Papa entonces que supongan que el hombre sabe lo que hace.

Lo cierto es que la sociedad, católica o no, está empapada de religiosidad. La metafísica impregna la vida cotidiana y la gente toca madera de cuando en cuando, se encomienda a dios, trata a los animales como personas, atesora con superstición ciertos objetos y es devota de estrellas pop y deportistas. Todo ello mientras espera la nueva venida de los extraterrestres para viajar, en la comodidad de una nave espacial, hasta el paraíso situado en otra galaxia. Mentira que la gente se ha emancipado de religiones y sus sucedáneos.

Frente a esos delirios, ¿qué pasará cuando la Iglesia falte? En política no hay vacío de poder, no se olvide y la Razón, así, sin adjetivos, es otra diosa, como bien lo saben los estudiosos de la Ilustración. En un escenario donde la Iglesia no existiera la lectura de manos campearía a sus anchas. Vale la pena pensar si el papa Francisco será capaz de hacer frente al desafío enorme de una sociedad corrupta y grávida de una magia tan vulgar como falsa.

 

Manuel Llanes

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