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Por Redacción
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lunes 21 de diciembre de 2015, 11:04h

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Una nueva etapa política se abre paso en nuestro país, toda ella construida sobre las ruinas de un defenestrado bipartidismo que sobrevive gracias a una anacrónica ley electoral que -esperemos- tiene los días contados.

Donde Celia Villalobos ve inestabilidad e ingobernabilidad, por poner un ejemplo, otros muchos vemos sano y factible diálogo. Si el bipartidismo todavía colea, la vieja política está más que muerta. Cierto es que la incertidumbre es hermana del vértigo, pero será ahora, con el fantasma de una posible réplica electoral sobre nosotros, cuando nuestros viejos y nuevos políticos demuestren de qué pasta están hechos. Mientras tanto, recomendaría a doña Celia revisar el contenido de esa mochila que le reprochó entre micrófonos a Pablo Iglesias, pues ya le hubiera gustado a ella tener su caché consiguiendo estos resultados, desde la nada y a su edad. Lecciones, señora Villalobos, podemos recibir de todos y en cualquier momento.

 

Tras escuchar a unos y otros, apostaría por la sensatez. La lógica me sugiere que el señor Rajoy debe seguir en el trono por dos motivos: para evitar una ruptura demasiado brusca con el presente que nos haga pasarnos de frenada y, sobre todo, para aprender, en primera fila y de primera mano, la diferencia que existe entre el rodillo y la negociación. La lista más votada, que no necesariamente es la más inteligente, tiene la pelota en su tejado.

El éxito de Podemos, a lo Rocky Balboa, poniendo contra las cuerdas a todo tipo de encuestas en el último asalto, junto con la victoria del PP, basada en esa “virgencita, virgencita” que vela por que nos quedemos como estamos, contrasta con el batacazo del PSOE, cegado por su posibilidad -que no probabilidad- de llegar al poder, y el no menos fiasco, digan lo que digan, de Ciudadanos. ¡Claro que es todo un logro obtener cuarenta escaños de una tacada!, pero los objetivos y las expectativas con los que llegaban a estos comicios, y todos lo sabemos, estaban muy por encima. Simplificando, quizá en exceso, podríamos decir que gana la vieja derecha, pero también la nueva izquierda, y el tiempo, a priori, juega a favor de la segunda.

En caliente, y tirando de doxa, parece que el votante de derechas ha preferido apostar sobre seguro mientras que la izquierda se ha dividido, pero también aumentado. Por otro lado, esa tercera vía que el señor Rivera se empeña en vender ignorando la marca morada se ha convertido en un cajón de sastre repleto de miscelánea ideológica que termina por convencerse de estar eligiendo el mal menor:  el susto antes que la muerte. Veremos hasta dónde y cuándo se consolida, pues el equilibrio de hacernos creer que la formación naranja consigue que llueva a gusto de todos debe ser ciertamente agotador. Obras, que son amores, servirán para corroborar tan peculiar funambulismo.

No obstante, para gustos los colores y para interpretaciones nada mejor que unos datos tan apretados como los que hemos obtenido este 20-D. Tendremos muchas y variopintas diatribas al respecto pero, independientemente de la tripa que se nos rompa al justificarlos, en el aire queda ver si esta nueva transición, con sus propios retos y particularidades, llegará a buen puerto o se quedará en un mero enconamiento de sus partes. Sinceramente, abogo por que unos y otros vean en estos resultados una derrota y una victoria: derrota personal, porque ningún partido ha conseguido lo que quería, y una victoria popular, pues el pueblo quiere y necesita diálogo y entendimiento. De momento, ahí queda, en el aire…

 

 

José Luis González Geraldo

https://www.facebook.com/joseluis.ggeraldo

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