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Hojas de veinticinco años

Por Redacción
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localcuencanewses/5/5/16
viernes 14 de diciembre de 2012, 19:15h

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Esta columna, dedicada a discutir los méritos de los intelectuales, propone una tregua de quince días para homenajear sin reservas a la escritora mexicana Bárbara Jacobs (Ciudad de México, 1947), quien hace veinticinco años publicó su casi obra maestra, «Las hojas muertas» (1987).

Y decimos «casi» no porque a esta novela acerca de las andanzas del soldado y periodista Emile Jacobs por el orbe, como testigo de lo importante que ocurrió en la primera mitad del siglo XX, le falten méritos, sino porque en 2010 la autora publicó otra novela capaz de rivalizar con aquella, «Lunas».
Emile Jacobs es un norteamericano avecindado en la Ciudad de México, donde forma una familia entre la comunidad de origen libanés. Sus hijos, intrigados por el pasado del padre, emprenden una pesquisa que tiene mucho de juego infantil, hasta que se convierte en la reconstrucción de la historia de un viajero que atestigua guerras y prodigios. Emile Jacobs participa en acontecimientos (la Revolución rusa, la Guerra civil española) que luego habrán de ser sometidos al duro debate de los historiadores. Sin embargo, en su momento el personaje toma partido y «Las hojas muertas» es también el relato de su sobrevivencia y su melancolía.

 

A la ficción, desde luego, no le faltan viajeros. En 1998, Daniel Wallace publica la novela que servirá para inspirar la película «Big Fish» (2003), de Tim Burton, acerca de Edward Bloom, un aventurero que además es el cronista de sus increíbles, a veces fantásticas aventuras.
Ya en 1986, Winston Groom había publicado otra novela, que en 1994 se convertiría en una película muy exitosa, «Forrest Gump», de Robert Zemeckis: también, un andariego que milita tanto en el ejército como en todo tipo de deportes. En el camino, conoce celebridades y, sin pretenderlo, desencadena acontecimientos que luego serán muy importantes para la historia. Todo ello con una deuda nunca reconocida a «Zelig» (1983), la película de Woody Allen.

Sin embargo, «Las hojas muertas», ficción construida a partir de un Emile Jacobs verdadero, tiene una particularidad (entre otras): está contada en la primera persona del plural, un nosotros formado por los hijos del protagonista -entre ellos la autora, Bárbara-, quienes al mismo tiempo hacen un recuento de sus vidas en la vieja casa familiar.

«Las mujeres de nosotros», «uno de nosotros», «una de las mujeres de nosotros», «otros de nosotros», «los mayores de los hombres de nosotros», dice una voz en la cual muy pocas veces es factible identificar quién habla. Y así durante las poco más de cien páginas del libro.

Al final, un Emile Jacobs que se dice derrotado afirma que irá a recostarse en un parque para ser cubierto por las hojas muertas (de ahí el título de la novela), para descansar por fin, en un gesto de cansancio que recuerda el fin de Alonso Quijano en su lecho de héroe retirado.

Bárbara Jacobs rompe así con el optimismo supuestamente tranquilizador de tantas ficciones, para proponer una gesta dolorosa e insoslayable que además recuerda a Pablo, uno más de sus personajes, «escritor con final trágico», como dice alguien en esa otra novela de la autora que también hemos citado, «Lunas».

Por medio de una insistencia que a veces raya en la candidez, cuando no en la necedad, se nos insiste en que “la realidad supera la ficción”, como si esta pudiera prescindir, sin más, de aquella, como si las novelas y cuentos que leemos, supuestamente para entretenernos como felices canallas, no estuvieran íntimamente relacionadas con la labor de apuntalar una cierta forma de la realidad. Entre las ficciones se vive pero siempre se pretende solo soñar con ellas.

Con las novelas «Las hojas muertas», «Lunas», «Vida con mi amigo», los ensayos de «Escrito en el tiempo» y «Juego limpio», por mencionar solo parte de su obra, Bárbara Jacobs anda en busca de esos lectores oficialmente desde hace tres décadas, cuando publicó su primer libro. Este año celebramos la aparición, hace un cuarto de siglo, de uno de sus libros más importantes, escrito para ser descifrado. Felicidades.

 

Manuel Llanes

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