El problema reside por tanto en cómo están defendiendo las medidas, mandando mensajes confusos a la ciudadanía que evitan una percepción correcta de la crisis. De esta forma, resulta falaz el discurso de la oposición afirmando que la “derecha neoliberal” tenía una agenda oculta y que estaba deseando utilizarla. Nada más lejos de la realidad.
El grupo popular es un partido esencialmente cristianodemócrata, es decir, alberga políticos liberales, pero en líneas generales poco se diferencia de los partidos socialdemócratas europeos, tanto de izquierdas como de derechas, donde su principal misión es la de preservar el estado del Bienestar.
El verdadero problema del gobierno es que el ejecutivo no reconoce que las medidas son buenas en sí, que deberían tomarse en cualquier caso; es decir, la reforma laboral va a permitir a largo plazo recuperar el empleo, es bueno el copago, que nos va a ahorrar a todos los españoles siete mil millones de euros de nuestros bolsillos todos los años, o lo positivo que resulta el evitar que el fracaso universitario cueste nos cueste al año otros tres mil millones.
Fíjense, Rajoy afirmó esta semana que el estado no tenía dinero, que las arcas estaban vacías. Esa expresión tuvo mucho eco, pero desde mi punto de vista lo verdaderamente importante lo dijo a continuación; que habíamos gastado mucho y ahora no teníamos dinero. Ese es el concepto verdaderamente importante, no tomamos estas medidas porque estamos en crisis y no tenemos financiación, es que es el no haber tomado las medidas antes lo que ha provocado nuestra crisis y la posterior falta de liquidez.
El problema es que el discurso peca de algunos defectos del zapaterismo. Después de recordar la herencia infame del anterior gobierno, afirman que están tomando las medidas porque no les queda más remedio, lo cual es completamente cierto, pero elimina al país de un relato consistente y veraz de cómo vamos a salir de la crisis, de qué modelo de sociedad buscamos en el futuro, y qué debemos cambiar para que los inversores vuelvan a confiar en nosotros como nación.
La prima de riesgo no sólo refleja la desconfianza de nuestros acreedores sobre la solvencia del gobierno de turno; por encima de ello planea la duda sobre si nuestra sociedad va a ser capaz de asimilar las reformas y dar el salto a una modernidad que el resto de los países europeos tomaron hace lustros. El gobierno tiene en ello una tarea importantísima, no sólo tiene que hacer reformas sino también defenderlas.
Hay que dejar a un lado las encuestas, que llevan a los partidos a una situación en la que no toman medidas impopulares para acceder o conservar el gobierno, convirtiendo al poder en un fin en sí mismo en vez de un medio para tomar las decisiones de acuerdo a sus ideales.
Si no se da la batalla de las ideas al Partido Popular solo le quedará la defensa de su gestión mientras a la izquierda se la juzgará por sus intenciones y sus promesas; esta situación, que explica gran parte de las actuaciones de los partidos en nuestra era democrática, puede desembocar en que a corto plazo no lleguen los resultados de las reformas, y entonces será complicado defender las medidas sin un discurso consistente.
Pablo Muñoz Miranzo
Twitter: @pablommiranzo
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