España es el país que más ha suspendido pagos a lo largo de su historia, por lo que algo de experiencia en estas situaciones deberíamos tener, aunque bien es cierto que anteriormente los reyes hablaban de sus prestamistas como los progresistas actuales sobre los especuladores y no tenían empacho en no pagarles, obviando unas consecuencias que explican en parte nuestro retraso histórico.
Existe una diferencia fundamental con otras épocas y es que en este caso los políticos, tras un frío cálculo de coste-beneficio, prefieren tomar las medidas para no suspender pagos, por muy impopulares que estas sean a provocar un impago con la catástrofe económica que esto supone, ya que políticamente sería peor para ellos. Lo que parece claro es que esta situación pone en solfa nuestra soberanía como hace mucho tiempo que no había ocurrido, puede que desde la guerra de la Independencia.
Y es a raíz de esto donde me salta a la memoria la figura de los afrancesados, aquellos ilustrados que veían a España como un país sin remedio y que necesitaba ayuda extranjera para reformar lo que los mismos ciudadanos no eran capaces de hacerlo, alcanzando así la modernidad.
Frente a ellos estaban los liberales de Cádiz que pensaban que el país tenía arreglo y que había un espíritu reformador en lo más íntimo de los compatriotas. Lamentablemente, la historia dio la razón a los afrancesados, y como muestra el recibimiento de los españoles al rey Fernando VII.
Bien, pues creo que ahora mismo también se dan estos tres tipos de ciudadanos; los que piensan que es necesario que lleguen los hombres de negro para hacer las reformas que necesita el país, las personas piensan que la propia clase política podría hacerse el harakiri y regenerar el país restándose poder a ellos mismos, y por supuesto, está la gente que se resiste a darse cuenta de que nuestro país vivía por encima de sus posibilidades desde hace tiempo y se aferran a leyes e instituciones que apenas han cambiado en nuestra era democrática.
Y como en el caso de nuestro siglo XIX, tengo dudas sobre quién tiene razón o quién se saldrá con la suya. Por ejemplo, no estoy seguro de que en el caso de que nos intervengan vayamos a realizar las reformas necesarias, el ejemplo es precisamente que el tipo de medidas que ha tomado el gobierno días atrás, con el fin de que el BCE compre deuda esta semana –a mi modo de entender-, son de un trazo demasiado grueso; hablan de subida de impuestos y bajadas de salarios a los funcionarios sin conocer con detalle que pueden hacerse reformas equivalentes en cuantía modificando la administración de nuestro estado del Bienestar.
La segunda opción tampoco me termina de convencer. Es cierto que entre una subida de impuestos y otra el gobierno ha tomado medidas liberalizadoras verdaderamente importantes, pero ha pecado de timidez a la hora de reformar las administraciones y tocar los modelos de gestión de la sanidad y la educación: de momento ha anunciado un calendario de reformas este año, estaremos atentos.
Lo que no quiero ni pensar es que al final se salgan con la suya aquellos que se mantienen en los inicios del S. XX, que apelan a un régimen y un estado del Bienestar inviable en el mundo globalizado en el que estamos, espero que esta vez no perdamos otra oportunidad histórica y que al final no volvamos a exclamar aquello de ¡Vivan las Caenas!
Pablo Muñoz Miranzo
Twitter: @pablommiranzo
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