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México y la nueva resistencia contra la imposición

Por Redacción
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localcuencanewses/5/5/16
domingo 14 de junio de 2015, 22:39h

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El 7 de junio pasado se celebraron en México elecciones, cuyo resultado, a estas horas todavía no oficial (dada la gran cantidad de irregularidades que se presentaron durante la jornada), favorece al Partido Revolucionario Institucional, PRI, de la misma forma que perjudica al Partido Acción Nacional, PAN. Además, hemos visto cómo el voto de la llamada izquierda se ha dividido entre el Partido de la Revolución Democrática, PRD, y la fuerza en ascenso del Movimiento de Regeneración Nacional, Morena, el partido fundado por Andrés Manuel López Obrador luego de haber abandonado las filas del PRD. Así, los resultados se pueden resumir de la siguiente forma: caída del PAN, ascenso del PRI, así como combate cada vez más cerrado entre el PRD y Morena.

 

Hemos mencionado «irregularidades», asunto cotidiano para los mexicanos y que al lector español tal vez le resulten difíciles de entender. A más de un siglo del inicio de la Revolución mexicana, sigue sin consolidarse el lema de Francisco I. Madero, uno de sus protagonistas: «Sufragio efectivo, no reelección», frase surgida en el contexto del mandato del adversario de Madero, Porfirio Díaz, quien llegó a perpetuarse en el poder por cerca de 30 años.

Muerto Madero y convertido en prócer, su máxima aspiración sigue sin cumplirse: en México no hay sufragio efectivo porque las elecciones son un caos: las votaciones, en ciertos lugares del país, empezaron por la tarde, pero los ciudadanos habían sido citados desde las 8 de la mañana para ejercer su voto. A casi una semana de la elección (escribo esto la mañana del 12 de junio), todavía no hay resultados oficiales y hace unas horas, por un «error informático», las autoridades reportaron el cómputo del 100.65% de los documentos donde se registraron los votos. Incertidumbre total.

Para entender este problema, pensemos en dos momentos de la democracia: el momento tecnológico y el momento ideológico. El momento tecnológico estaría conformado por los procedimientos de todos conocidos: para que haya elecciones necesitamos partidos, candidatos, urnas, lugares para votar, papeletas, conteos, funcionarios, ciudadanos que voten…

El momento ideológico, en cambio, lo ubicamos en una zona de indefinición en la cual la democracia se convierte en una idea oscura y objeto de debate: ¿qué es la democracia? Todo y nada. Democracia es pitar el himno español y al rey en un partido de futbol; democracia es que una persona acuse de fascista a quien no comparte sus ideas. Democracia, nos dicen, es el gobierno del pueblo. Es decir, no se sabe qué es la democracia.

Así, en España, el momento tecnológico de la democracia está resuelto. Los resultados de las elecciones se conocen por la tarde y estas se llevan a cabo sin sobresaltos. Es en el momento ideológico cuando los españoles ostentan su confusión, porque incluso se presentan a las elecciones individuos que desean separarse de España y que luego, al ser elegidos, cobran del erario para difundir en parlamentos el odio que sienten por su país: no sin antes haber tomado protesta mediante un juramento de lealtad a la Constitución de España.

Más de un siglo después de la lucha armada que reconfiguró el país y que dio lugar a los gobiernos revolucionarios, los 70 años del PRI y sus modulaciones, en México ni siquiera tenemos resuelto el momento tecnológico de la democracia. Con el ideológico mejor ni meterse.

Esta larga introducción tiene como objetivo, llamar la atención sobre un fenómeno harto reciente. En 2006, el entonces candidato del PRD a la presidencia, López Obrador, se rebeló contra los resultados oficiales y habló de un fraude electoral que habría favorecido a Felipe Calderón, del PAN, quien más tarde (a pesar de las vigorosas protestas de López Obrador, quien llegó a organizar el cierre de la importante avenida de Reforma, en la Ciudad de México), se convirtió en presidente de México. Tal vez el lector español recuerde a Calderón como el promotor de la llamada guerra contra el «narco», que provocó una oleada de violencia sin control (y sin fin) en México.

Y ahora, en 2015, el PAN abraza la contradicción y las medidas de López Obrador ya no le parecen deplorables ni un atentado contra la paz de México: el PAN exige el reconteo de los votos y se queja de que hubo un «pucherazo». Ocupan la calle y se quejan. Ahora los panistas quieren la revolución que antes deploraron. El PAN es la resistencia. Como dice un amigo: las hemerotecas son cosa del demonio.

 

Manuel Llanes

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