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La lucha y sus motivos

Por Redacción
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localcuencanewses/5/5/16
jueves 06 de septiembre de 2012, 23:19h

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Hace unos días, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF), autoridad mexicana encargada de aquilatar las impugnaciones de la elección presidencial del pasado mes de julio, desechó los últimos señalamientos del Movimiento Progresista, coalición de partidos encabezada por Andrés Manuel López Obrador. Unas horas más tarde, el TEPJF refrendó el triunfo de Enrique Peña Nieto, del PRI, quien así se convierte en el presidente constitucional de la República Mexicana.

 

El dictamen del TEPJF cierra formalmente una etapa en un conflicto postelectoral caracterizado por las denuncias de buena parte de la población, ahora minimizadas de forma definitiva. Sin embargo, el problema electoral de México está lejos de terminar y con esta medida acaso solo se pospone una solución que el sistema mexicano está lejos de formular.

En España, las reacciones al dictamen del TEPJF han sido variadas. En su edición del 1° de septiembre pasado, el diario El País saludaba la conclusión de la pugna e invitaba a los mexicanos a seguir adelante: “México debe dejar atrás esta disputa y ponerse a trabajar” (ver “La hora de México”). Hay que recordar que, desde muy temprano, el diario calificó el debate en torno a la limpieza de las elecciones como un falso problema provocado por la convulsa psicología de López Obrador, político a quien en su momento no dudó en llamar un mal perdedor en esta disciplina olímpica que, nos dicen, son los comicios (ver “Obrador es un lastre”, editorial del 15 de julio de 2012). El periódico, para algunos lectores el no va más de la izquierda en el ámbito de habla hispana, no ha dudado en comentar que: “Las elecciones del pasado 1 de julio fueron posiblemente las más limpias que se hayan celebrado en el país desde el punto de vista del voto”.

Mientras tanto, los jóvenes del movimiento #YoSoy132, que se gestó en México como una crítica masiva contra la manipulación periodística de Televisa, la principal televisora de México y aliada de Peña Nieto, rápidamente se dispuso a protestar por las vías acostumbradas: camisetas con la imagen de V (personaje de historieta desarrollado en los ochentas por el artista inglés Alan Moore), así como demás parafernalia que encuentra en la asamblea, la manifestación y la acampada el culmen de la protesta revolucionaria de probada efectividad.

Así, una vez terminada la pesadilla, como nos anuncia El País, o bien, una vez que ha dado inicio la revolución global altermundista en pos de la primavera mexicana, como nos informa #YoSoy132, se impone reflexionar acerca de la fortaleza de nuestras instituciones electorales, así como de las vías para canalizar la protesta una vez que éstas demuestran su fragilidad.

A principios del siglo XX, el entonces presidente de México, Francisco I. Madero, resumió en una frase su programa político: “Sufragio efectivo, no reelección”. Cosa de un siglo después, sin perjuicio de que en los editoriales de El País se diga lo contrario, en México el momento tecnológico de la democracia no se desarrolla de forma racional: la organización de las elecciones, la vigilancia de la legalidad de las campañas políticas y su duración, así como el conteo de votos se llevan a cabo en un clima de incertidumbre y circunstancias poco claras, en las cuales la compra de votos que se atribuye al equipo de Peña Nieto no es una simple anomalía, sino la columna vertebral de un sistema que no ha podido hacer efectivo el lema de Madero: no hay sufragio efectivo.

De esa forma, si el aspecto tecnológico de nuestra democracia no está resuelto, las reflexiones acerca de la democracia como ideología nos enfrentan con nuestras peores contradicciones: la confusión de que se protesta sin saber lo que se quiere o lo que se busca.

Un gobierno mexicano como el que se avecina, fincado en el éxito mediático de un actor político con un discurso vacío, no puede enfrentarse con protestas que confunden la estética con la militancia política. En los días posteriores a la turbia elección, se vio a grupos de jóvenes inconformes leer conmovedores poemas frente a la poderosa Televisa, que rodeó de policías sus instalaciones especialmente para la ocasión.

¿Qué significa ser mexicano? La pregunta no es baladí en un orbe signado por el extravío de la política y la carencia de un pensamiento capaz de superar la mera retórica del fundamentalismo democrático. Si no se tiene una idea de México difícilmente se puede entender lo que se defiende y para qué.

 

Manuel Llanes

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