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Políticos

Por Redacción
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localcuencanewses/5/5/16
lunes 24 de octubre de 2011, 00:07h

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Siempre pensé que no puede hacerse un análisis profundo utilizando lugares comunes. El lenguaje políticamente correcto suele ocultar falacias y perversidades que camuflan problemas y dificulta el debate.

Decir que la mayoría de los políticos son buenos es una obviedad de tal calibre como decir que casi todos los panaderos son honrados; es más, el mero hecho de que esta expresión tenga sentido indica la situación de la clase política española, que es, a día de hoy, una de las mayores preocupaciones de los españoles.

A lo largo de nuestras vidas nos hemos encontrado con personas encantadoras, de hecho, muchos de nosotros conocemos a concejales o diputados con los que podemos charlar sin sentir la necesidad de echarnos la mano a la cartera, digo más, estoy seguro de que si se hiciera una encuesta sobre la distribución de las “buenas personas” en España estaría muy repartida entre todas las ideologías y profesiones.

 

No creo, por tanto, que los políticos sean especialmente negligentes en el desempeño de sus labores, es decir, no más que los comerciales, funcionarios o mecánicos; las corruptelas, ya sean graves o leves, van a depender de varios factores en cualquiera de los casos, como son la existencia de una ocasión para lucrarse, de la dureza del castigo, de la posibilidad de salir impunes, de la recompensa por delinquir y, por supuesto, de la integridad de la persona.

Es en el caso de nuestros gobernantes donde confluyen con más fuerza todos estos factores; en España, un país en el que casi la mitad del PIB lo produce el estado controlando prácticamente el resto, con una hipertrofia de la burocracia y en la que no existe la separación efectiva de poderes, -Montesquieu murió en los ochenta- , la tentación que tienen los políticos para cometer delitos es altísima, poniendo a prueba la integridad personal de cada uno.

Dicho de otra forma, en un país donde las empresas están más atentas al boletín oficial que a las necesidades de los clientes, la corrupción se convierte en un instrumento más para alcanzar los objetivos de todos los agentes de una sociedad. Y es en este punto donde sí se puede haber diferencia entre partidos, evidentemente ninguno de ellos en su ideario afirma que aumentará la corrupción, faltaría más, pero cualquier partido que opte por aumentar los impuestos, las regulaciones y el poder de los políticos en general, aumentará la corrupción, tan claro como una fórmula matemática; a más socialismo, mayor la corrupción.

Por lo tanto, la corrupción en un gobierno socialista es una consecuencia lógica, uno de los efectos negativos inevitables como lo es el paro o la baja productividad, claro está que ningún socialista apuesta por los hechos anteriormente mencionados, sólo que cuando ponen en marcha sus ideas esto aflora irremediablemente; no son malos, sólo están profundamente equivocados.

Esta idea choca directamente con el análisis que hacen los mismos socialistas sobre el problema; expresiones como la de Carmen Chacón, afirmando que el “PP lleva la corrupción en su ADN”, reflejan perfectamente cómo se intenta definir a su rival político como corrupto en sí mismo, una estrategia que pretende otorgar una superioridad moral a su partido con respecto al resto, otorgando cualidades relacionadas más con la sentimentalización de la política que con la razón, una táctica tan peligrosa como efectiva.

Evidentemente, casos como el de José Blanco acaban horadando la eficacia del mensaje, pero en este punto el partido socialista no duda en “embarrar el campo”; expresiones como “todos los políticos son iguales”, o el “y tú más” contribuyen a generar un clima de bronca y confusión que genera un estado de indignación genérico hacia los políticos que, como en el caso del 15M, ya será debidamente aprovechado llegado el momento.

Pero no nos engañemos. Si no existieran los políticos deberíamos inventarlos, aunque bien es cierto que en aras de la regeneración democrática podríamos recuperar el antiguo papel de estos, que es el de representantes, entendido como aquellas personas dedicadas a tomar las decisiones que tomaríamos los ciudadanos individualmente si tuviéramos suficiente tiempo e información para ello.

Debemos desechar por tanto la imagen del político como una casta, y volver a exigir, tanto a ellos como a nosotros mismos un cambio de visión, para dar la oportunidad de que seamos los propios ciudadanos los que mediante nuestra iniciativa individual salgamos adelante, teniendo a los políticos como aliados y no como una rémora. Las próximas elecciones serán una gran ocasión para ponerlo en práctica.

 

Pablo Muñoz Miranzo
Twitter: @pmmiranzo

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