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Prioridad nacional

Por Redacción
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localcuencanewses/5/5/16
martes 19 de abril de 2011, 00:11h

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Quizá no sea el mejor momento para decirlo, o quizá sí, a pesar de todo, España es un gran país. Hay una cierta grandeza en ese carácter tan español que se crece ante las dificultades, y que se viene arriba si la tarea se antoja imposible o inalcanzable.

Cierto es que en el alma colectiva de los españoles se acumulan en su larga historia sedimentos de pasadas grandezas junto a los de dolorosos fracasos colectivos, una mezcla que ha decantado ese fatalismo y esa pulsión autodestructiva que conforman un cinismo displicente que lastra la necesaria ambición que exigen los empeños colectivos.



Nos gusta a los españoles centrar nuestra atención en las carencias antes que en los logros, bien está si tal autoexigencia nos mueve a la acción en lugar de a la postración característica de la desilusión.

Puestos a hacer las cosas a lo grande, hemos insuflado aire con fuerza en una de las mayores burbujas del sector inmobiliario que se conocen en la historia de capitalismo y, como si ese mal fario que intuimos siempre al acecho fuera real, la burbuja patria vino a explotar en medio de un colapso del sistema financiero internacional que seguramente marca el doloroso inicio de la nueva sociedad global y de la información.

Entiendo que las llamadas reformas estructurales, recortes de gasto para los amigos, acometidas por Zapatero y asumidas como propias por Rajoy ante la jefa Merkel, no son más, ni menos, que los necesarios ajustes para encajar el impacto devastador de la crisis económica nacional-internacional. Bien está que el rigor y la eficacia en el gasto público sustituyan a ese comportamiento de nuevo rico que hemos tenido en los últimos años, olvidando que el saco se cierra cuando está lleno.

Mal esta sin embargo que los mismos poderes económicos que han causado el empobrecimiento de millones de ciudadanos, en lugar de hacer propósito de enmienda, pretendan aprovechar la crisis que han causado para el desmantelamiento de lo público, cuando lo que ha demostrado el descalabro del sistema financiero gobernado por la libre iniciativa y carente de regulación efectiva es que hace falta más gobernanza, no menos.

Porque en el equilibrio está la virtud y, tan dañino es que los poderes públicos invadan todos los ámbitos de la acción privada o colectiva, como que la iniciativa privada, que únicamente reconoce el valor del beneficio económico y el propio enriquecimiento, sustituya en la sombra al poder surgido de las urnas y lo convierta en mera apariencia sin impacto significativo en el gobierno de los asuntos comunes.

En el debate abierto en todo el mundo en relación con el modelo a seguir para restaurar un sistema económico gravemente dañado, y que paradójicamente ha tenido un impacto más negativo en las economías más avanzadas, me sumo a quienes defienden que en este momento crucial los presupuestos públicos deben realizar, además de la función redistributiva de la riqueza, característica del estado del bienestar, la función correctora de las asignaciones ineficientes de recursos que en situaciones de crisis puede hacer el mercado.

Asignaciones ineficientes de recursos, cuando no decisiones suicidas, como las tomadas por los agentes del sistema financiero internacional que han conducido a un colapso sistémico, y que ha tenido que ser resuelto por la acción decidida de los poderes públicos con el correspondiente desembolso de todos y cada uno de los ciudadanos del mundo desarrollado.

Es urgente un debate nacional que sitúe en la prioridad de este gran país que es España el problema del paro, que afecta al 20% de la población activa, y lo que es de una gravedad rayana en la emergencia nacional, casi uno de cada dos jóvenes no encuentra trabajo.

Recortar las pensiones, reducir el gasto público y disminuir los salarios podrá ser inevitable, pero es parte del problema, no de la solución.

 

 

Jesús Neira Guzmán

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