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Tacticismos cortoplacistas

Por Redacción
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localcuencanewses/5/5/16
miércoles 17 de febrero de 2016, 23:58h

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Vivimos tiempos vacíos de ideas sobre cómo construir sociedades más justas y democráticas. La confrontación capitalismo / socialismo concluyó con la derrota del comunismo autoritario que representaba la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), que lideraba el Partido Comunista ruso después de haberse anexionado media Europa tras la Segunda Guerra Mundial. Desde ese final del comunismo –principios de los años noventa del siglo XX- no hay una ideología, hay un poder absoluto, igualmente autoritario, que ejerce un sistema económico capitalista, multinacional y opaco. En Occidente nadie cuestiona sus abusos, pero la mitad de las decisiones de los gobiernos, se identifiquen de derechas o de izquierdas, vienen condicionadas por lo que conviene a los ahora llamados “mercados”. En este contexto de poder mediatizado se pelean por obtener el apoyo electoral algunos partidos de derechas que representan la continuación con esa inercia mercantil, los viejos partidos socialistas o comunistas que se ven descolocados sin filosofía de repuesto, y unos nuevos partidos que, presentándose como nacionalistas o izquierda radical, buscan en la frustración inconsciente del electorado su rédito político.

 

Como el poder capitalista es internacional y faltan ideas para superarlo, algunos de los partidos que en las sociedades democráticas nos piden el voto, echan mano de factores secundarios: la patria y la lengua como elemento diferencial, la emigración que nos quita los puestos de trabajo, la pobreza de los sectores más marginados, etc.  Y lo que me parece más triste: los países o regiones ricos nos han colado su criterio insolidario, demandando que sus tributos son exclusivos y que a los demás “nos den”. El principio de solidaridad está en retroceso.

En la Comunidad Europea son ejemplos insolidarios lo que pretende Inglaterra con su referéndum sobre lo que llaman el “Brexit”, o el afán dominador de Alemania –una vez más-. En nuestro país puede servir de ejemplo ese intento de Euskadi o de Cataluña de reivindicar una seguridad social y un régimen de pensiones propios.

En España, que al menos en el S. XX los movimientos populares se han comportados en función de sus ideologías, no podemos dejarnos manipular ahora por tacticismos electorales cortoplacistas. Sería un error que añadiría torpeza a la lentitud económica y democrática que arrastramos. Pongo ejemplos:

1.- El Partido Popular principalmente y el Partido Socialista en lo que le toca, deberían reinventarse frente a la corrupción. Les votamos para que nos sirvan, no para que nos roben.

2.- El Partido Popular tuvo el mayor número de votantes en las últimas elecciones y debería haber hecho el esfuerzo de formar gobierno. Su problema es la corrupción, la autocracia del anterior mandato, la falta de democracia interna y finalmente su cabeza visible, Mariano Rajoy, que no convence ni a sus palmeros. Necesita reinventarse.

3.- El Partido Socialista obtuvo en las últimas elecciones su mayor derrota histórica. Ahora, Pedro Sánchez huye hacia adelante y pretende formar gobierno. Ojalá y lo consiga si lo hace desde el consenso de todos los socios que necesita, por la estabilidad del país. Pero su falta de apoyos electorales habla de la ambigüedad de su mensaje. El PS necesita definirse sobre política económica -¿lo que ordena Bruselas es social?-, sobre estructura de país -¿regiones iguales o asimétricas?-, sobre democracia interna y corrupción –¿puertas giratorias, contrapoder de gobernantes regionales o locales, abusos de poder que no se cortan salvo que los denuncie la prensa?-, etc.

4.- Ciudadanos se juega su imagen centrista por la gestión que haga en los próximos años. Hasta ahora el partido vive de la proyección de su líder, Albert Ribera, pero una persona no es un partido. Por los hechos los conoceremos. Tiempo al tiempo.

5.- Podemos ha ocupado el espacio que sociológicamente no supo ocupar Izquierda Unida: el suyo, más el que el PSOE dejaba libre. Ahora le toca consolidarse. Pero viene cargado de mensajes oportunistas. Su mayor rédito electoral lo ha obtenido en territorios nacionalistas, asociado con otros movimientos locales. Y su discurso social lo está relegando bajo el peso de esos apoyos territoriales. Aquí está su talón de Aquiles, o se define como un partido defensor de un país igualitario con iguales derechos sociales para todos, o como partidario de las singularidades regionales. También, tiempo al tiempo.

En los posicionamientos tácticos actuales para formar gobierno no veo intereses de Estado y sí mucho tacticismo partidario. Si acaba habiendo gobierno estable entre varios partidos –que, para su desgracia, solo podrán pactar la gestión de los restos que permite una economía hipotecada por la deuda y los mercados- me comeré la frase anterior. Y si no, cuando convoquen nuevas elecciones, votaré en blanco.

 

Joaquín Esteban Cava

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