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Sembrando vientos

Por Redacción
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localcuencanewses/5/5/16
domingo 09 de junio de 2013, 23:43h

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El desaire público de una decena de estudiantes durante el acto de entrega de los premios nacionales fin de carrera del curso 2009-2010 (es interesante destacar el desfase), merece toda mi atención esta quincena.

Los más críticos con lo sucedido argumentan que estos alumnos no han hecho más que evidenciar una gran falta de educación. Es curioso comprobar, a mi entender, la incongruencia entre esta afirmación y la esencia del acto en sí. ¿Cómo es posible que alumnos que han sido premiados por su expediente académico estén faltos de educación? Pudiera ser que el sistema esté peor de lo que pensamos: ni siquiera algunos de los mejores estudiantes llegan a un mínimo aceptable; quizá sea que, en ocasiones, es mucho mejor de lo que esperamos y, de uvas a peras, aparecen horribles mutaciones que sin duda hay que erradicar: estudiantes con espíritu crítico. Alumnos que precisamente por su “exceso” de educación, y a veces “a pesar” del sistema educativo, anteponen los principios éticos al decoro institucional.

 

También se ha criticado la demagogia de algunos medios de comunicación al dar a entender que todos, o la mayoría de los premiados, se unieron a la conspiración perroflautil (lo de judeo-masónico es demodé) cuando, en honor a la verdad, “solo” fueron alrededor del diez por ciento. Es cierto, pero también sabemos que la excelencia no es algo que abunde… incluso entre los propios alumnos que han salido ganadores del juego establecido. Estudiantes extraordinarios que, extraordinariamente, han sabido demostrar la libertad en su quintaesencia. Si José Luis Sampedro nos recordó la importancia de saber que sin libertad de pensamiento no tiene sentido defender la libertad de expresión, también debemos ser conscientes de que existe otro tipo de libertad, complementaria, que ha de prevalecer sobre las dos anteriores: la libertad de sentimiento.

En mi anterior artículo recogí la traducción de un cuento del Premio Nobel de Literatura de 1913, “La formación del loro”, y quise profundizar un poco más; el polifacético Tagore no solo escribía y pensaba, también llegó exitosamente a educar en su propia escuela y universidad. Me agradó comprobar que defendía la existencia de tres tipos de libertad: de mente, de voluntad, y de sentimiento. Instintivamente, relacioné este aspecto con las palabras de Sampedro, y también con la magistral fórmula de Pestalozzi: cabeza, mano y corazón. Todo encajaba en mi alma de maestro, y entonces me llegó el vídeo de la discordia: el señor Wert no podía disimular la cara de asombro ante el coraje de esos irreverentes estudiantes y, como si de una margarita en manos de un enamorado se tratara, se esforzaba por adivinar si el siguiente en venir sería un “me quiere” o “no me quiere”. Intuyo que el color verde, a modo de oráculo, no le sirvió demasiado.

Estimados lectores, esos estudiantes han demostrado con creces tener educación de sobra; tienen los mejores expedientes de su promoción. Lo único que han hecho es aprovechar sus diez segundos de gloria para expresar esa libertad de corazón ante una situación que solo puede traernos involución e injusticia. Sintieron que las iniciativas emprendidas son contraproducentes, pensaron cómo expresarse y, coherentemente, así lo hicieron. Me quito el sombrero por ellos y por los maestros que tuvieron, dentro y fuera del sistema educativo en el que no solo han ganado, sino al que también han vencido y superado.

Por último, no debemos olvidar que la cara del desaire tuvo doce rostros, pero que el espíritu del suceso, por los aplausos que desató en el auditorio, tiene muchos más. Si el acto volviera a repetirse, apostaría a que las cifras cambiarían. Quizá entonces el estruendo de la tempestad recogida sería mucho mayor, poniendo todavía más en evidencia las malhadadas semillas de los vientos que ya han sido sembrados. Por otro lado, sin duda habrá quien piense que estoy equivocado, evocando otro refrán no menos popular: Cría cuervos… La libertad no tiene dueño, opinen lo que les plazca.

 

 

José Luis González Geraldo
Facebook.com/joseluis.ggeraldo

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